Oda u odio a la educación virtual...
Si alguna vez fuiste profesor o estudiante, creo que podrás identificarte con esto. Veamos el panorama:
- Nivel de atención: más bajo que el promedio de batería de la ultima versión de un Iphone.
- Tasa de aprendizaje: equivalente a la velocidad de un caracol… espichado al pasar el jardín, sin culpa.
- Esfuerzos docentes y estudiantiles: como un partido de fútbol donde el profesor juega solo y los estudiantes miran desde las gradas.
- Calidad de los trabajos: un festival de la mediocridad, donde cortar y pegar de ChatGPT incluyendo el prompt, es lo normal.
- Participación del grupo: inexistente, porque “el grupo” ahora es solo un chat donde todos leen y nadie escribe.
- Estado general: cansados, estresados, aburridos… ¿o será que la clase era después de la siesta?
- Atención post-45 minutos de clase: ¿Qué atención? Después de ese tiempo todos están viendo memes o pensando en la próxima serie de Netflix.
- Datos perdidos: porque revisar el celular o responder ese mensaje de WhatsApp siempre parece más urgente que aprender algo.
- Cámaras apagadas: porque no hay mejor manera de practicar el arte del misterio que asistir a clase como un cuadro en negro.
Hace unos años, yo era un ferviente defensor de la educación virtual. Pero ahora, después de participar en cursos donde la desmotivación es la reina indiscutible, la idea de pedir “por favor, prendan la cámara” suena tan emocionante como ver las sesiones en vivo del congreso de mi país por el canal de TV.
¿Qué hacemos?
Creo que es hora de desempolvar las sillas, cerrar las laptops y volver al aula. Sí, volver a lo presencial. Donde podamos:
- Aprender a leer juntos, porque ni el mejor PDF puede reemplazar el olor de las fotocopias mal impresas.
- Presentar nuestras ideas ante un público que no puede apagar la cámara para ignorarnos.
- Trabajar en equipo con esa persona que siempre creemos insoportable, pero que milagrosamente hace algo útil.
- Leer el lenguaje no verbal… ya sabes, esas miradas que dicen: “¿Eso iba para el examen?”.
- Reírnos en conjunto y discutir como si fueran las gradas de una final de un partido de fútbol, pero al menos con menos gritos y más soluciones.
Porque, seamos honestos, las redes sociales TikTok, Instagram, WhatsApp, etc. hoy son las dueñas absolutas de gran parte del tiempo de nuestros estudiantes, las cuáles están llenas de información tan confiable como un horóscopo en una galleta de la fortuna. Y si queremos distinguir lo real de lo falso, habrá que mirarnos a los ojos y discutirlo cara a cara.
Así que volvamos a vernos las caras. Aunque sea para confirmar que no hay filtro que sustituya una buena conversación en persona.
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