Es tiempo de formar generalistas: una solución real para una crisis que se avecina o en la que estamos.

Vivimos una era de cambios tan profundos como silenciosos. Las cifras de desempleo formal siguen siendo alarmantes. El teletrabajo se transforma y desdibuja, los jóvenes rechazan con fuerza la idea de empleos presenciales, y los sesgos de edadismo en las organizaciones excluyen cada vez más al talento senior, a pesar de su experiencia, la inteligencia artificial es una amenaza/oportunidad aún incomprendida para el empleo y la sociedad. A todo esto se suma un grupo cada vez más importante de personas con títulos que poco garantizan, y sin una gestión estratégica de su potencial por parte de academía, empresa y gobierno.

En este escenario complejo emerge una figura que, aunque no es nueva, sí necesita una nueva lectura: el generalista.

¿Quién es el nuevo generalista?

Ya no hablamos solo del profesional "que sabe un poco de todo". Este nuevo generalista puede ser un joven recién graduado de bachillerato, con habilidades blandas muy desarrolladas, certificado en Excel, Power BI o fundamentos de bases de datos, y con capacidades digitales emergentes como el prompting en inteligencia artificial.

Pero también puede ser un talento senior, con años de experiencia, que decide reinventarse para aportar desde un lugar distinto: apoyando la toma de decisiones, fortaleciendo equipos de trabajo, adoptando herramientas tecnológicas y, sobre todo, desarrollando habilidades personales profundas.

Por ejemplo, las 12 habilidades de liderazgo personal propuestas por Graham Lee (autoconocimiento, gestión emocional, pensamiento crítico, resiliencia, entre otras) se vuelven esenciales para estructurar el perfil del nuevo trabajador: flexible, interdisciplinar, empático y con visión; sumado a habilidades digitales como gestión de diversos software, prompting engineering, realidad virtual y aumentada, etc.

Nuevos equipos, nuevos modelos

Las empresas no pueden seguir gestionando talento con estructuras verticales obsoletas. Si queremos integrar de forma efectiva a jóvenes emergentes y talentos senior, necesitamos:

  • Formas efectivas de gestión de equipos basadas en metodologías ágiles, colaboración horizontal e inteligencia colectiva.

  • Modelos empresariales de cooperación, donde el talento senior pueda aportar sin exigir salarios tradicionales, sino con esquemas de participación en resultados, comisiones o incluso acciones.

  • Cultura de aprendizaje continuo, donde ambos perfiles se enseñen mutuamente: el joven con sus herramientas digitales y disrupción, el senior con su experiencia contextual y madurez personal.

Solo así podremos crear verdaderos equipos híbridos, intergeneracionales y adaptables.

Una responsabilidad social ineludible

Estamos a las puertas de una posible catástrofe social si no actuamos con decisión. No podemos seguir permitiendo que nuestros jóvenes, luego de 11 años de formación básica y algunos intentos de educación superior, terminen atrapados en ciclos de bajo ingreso como mensajeros, conductores de plataformas o agentes de call center, sin una ruta de desarrollo real.

Si no creamos alternativas ocupacionales sólidas —como esta carrera de generalista—, muchas vidas se estancarán. Y detrás de ese estancamiento vendrán la frustración, la pobreza futura y posiblemente la violencia. Los gobiernos no tendrán la capacidad de contener una crisis social derivada del abandono del talento.

Las empresas, los directivos, los stakeholders deben asumir su responsabilidad. No solo por justicia social, sino por su propia seguridad a largo plazo.

La educación no puede seguir igual

En Colombia —y gran parte de América Latina—, el sistema universitario está atrapado en una lógica de mercado. Títulos costosos, baja empleabilidad, y poca conexión con las verdaderas necesidades del entorno o de bajo acceso a educación por asequibilidad para las clases menos favorecidas. Es urgente repensar el carácter de las universidades, institutos técnicos y tecnológicos, colegios y centros de educacion a través de plataformas, no solo como negocios educativos, sino como actores fundamentales del tejido social.

Los colegios e institutos técnicos tienen la responsabilidad de ofrecer una educación que rompa moldes, que no se limite a impartir asignaturas desagregadas sin conexión con la vida real, sino que forme al estudiante para la acción, para el trabajo colaborativo y para la construcción de su propia sostenibilidad económica. No podemos seguir formando memoristas sin propósito o estudiantes con buenos resultados académicos sin habilidades blandas.

En cuanto a las carreras técnicas y tecnológicas, debemos impulsar su especialización, ampliar su alcance territorial y sectorial, y ofrecer mecanismos de apoyo como capital semilla para microstartups o modelos de autoempleo digno, sostenibles en el tiempo en todos los territorios y sectores económicos.

Sobre las certificaciones y modelos digitales alternativos, es vital elevar su calidad, exigencia y pertinencia para que verdaderamente desarrollen capacidades concretas y aplicables. También debemos considerar, que muchos jóvenes autodidactas están adquiriendo habilidades clave a través de videojuegos, drones, electrónica o robótica aplicada. Es hora de que esos saberes sean validados y certificados para integrarse formalmente en la sociedad y la economía.

Y no podemos olvidar el rol transformador de las artes, humanidades, la música y el diseño. En este nuevo paradigma, estas disciplinas no deben ser marginales, sino valoradas como expresiones creativas y disruptivas fundamentales para construir una sociedad más humana, sensible e innovadora.

Una nueva carrera, una necesidad urgente

La figura del generalista debe institucionalizarse como una carrera opcional de base transversal, útil para múltiples sectores: tecnología, educación, salud, cultura, servicios financieros o sociales. Una figura que no compita con las carreras tradicionales, sino que las complemente y las humanice.

Esta figura puede ser el puente entre la técnica y el propósito, entre lo digital y lo humano. Debemos construirla con sentido, con acompañamiento, y con oportunidades reales de evolución profesional.


El generalista puede ser la respuesta que no veíamos. 

Una solución que integre generaciones, rescate talentos invisibilizados y abra rutas para que el trabajo vuelva a tener sentido.

No como empleo fijo. Sino como contribución significativa.



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